Hace poco recibimos una llamada de una madre que quería insonorizar la habitación de su hijo. Se
ve que el chaval, en su intento de aprender a tocar el piano, llevaba ya un tiempo sacando de quicio a los vecinos de su
edificio. La señora, que pensaba que sería suficiente con algo tan simple como
pegar unos cartones de huevos en las paredes, se llevó una desagradable
sorpresa cuando le comentamos que el problema no tenía tan fácil solución.
El sonido es, por definición, un fenómeno vibratorio transmitido en forma de ondas a través de un medio elástico, generalmente el aire. Cuando algo suena emite vibraciones a su alrededor, las cuales llegan hasta nuestros oídos y nuestro cerebro interpreta como sonidos. En este caso concreto, lo que sonaba era un piano. (más información aquí)
Lo que el chaval desconoce al tocar este fantástico instrumento es que, al
hacerlo dentro de una habitación sin el adecuado aislamiento acústico, la vibración que genera el piano se transmite
de unos recintos a los colindantes de una manera demasiado nítida para sus
vecinos.
Una vez matizado que las hueveras de cartón sólo sirven para guardar los huevos (más información aquí), le explicamos a la madre que meter absorción dentro de la habitación no iba a solucionar el problema con sus vecinos. Y que si su hijo quería seguir tocando sin molestar a nadie era necesario realizar la correspondiente obra de aislamiento acústico.
Una vez matizado que las hueveras de cartón sólo sirven para guardar los huevos (más información aquí), le explicamos a la madre que meter absorción dentro de la habitación no iba a solucionar el problema con sus vecinos. Y que si su hijo quería seguir tocando sin molestar a nadie era necesario realizar la correspondiente obra de aislamiento acústico.
Llegados a este punto, la primera propuesta de la madre fue aislar
únicamente las paredes, en base a que “el
suelo no hace falta, ya que en el piso de abajo no vive nadie”. En ese
momento no teníamos con nosotros este maravilloso invento de nuestros amigos de
BSW con el que, gracias a un
simple organillo, podemos enseñar de una manera muy didáctica la importancia de
un adecuado aislamiento acústico.
Como se puede ver en el video anterior, aislar paredes y techo serviría obviamente para reducir la transmisión de sonido pero no para aislar definitivamente un recinto de los colindantes. En esta demostración, se comprueba cómo la transmisión de sonido tiene lugar a través del suelo de una forma evidente, incluso una vez cubierto el organillo con la caja absorbente que simularía las paredes y el techo de un recinto. Esto es debido a que el instrumento posee unas patas sin amortiguadores y además está apoyado sobre un suelo rígido (sin flotar). La vibración que genera el piano se transmite directamente a través del suelo hacia los recintos colindantes. Cuando se incorpora al sistema constructivo un suelo amortiguado, esta vía de transmisión se atenúa y, con ello, el sonido hacia la casa del vecino.
Entre cada par de recintos adyacentes (aquellos que comparten una
superficie) existen nada más y nada menos que 13 caminos de transmisión del sonido diferentes, de los cuales sólo
uno de ellos es la llamada vía directa
(pared con pared). El resto de
caminos tiene lugar a través de los flancos
del recinto (resto de paredes, techo, suelo).
Aislar acústicamente un recinto implica tratar
todas y cada una de las superficies que
delimitan el mismo. Aquella superficie que no se trate convenientemente se
convertirá en el elemento débil del
aislamiento y por él se colará el sonido.
Finalmente, la señora de nuestra historia, al ver que la solución que le
propusimos distaba bastante de sus hueveras de cartón, optó por decirle al hijo
que tenía que tocar menos tiempo y más bajito. Esperamos que con su decisión la
historia de la música no se haya quedado sin el Mozart del siglo XXI.
interesting blog!
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